(91) Segunda Parte: La Atención Primaria en Salud como Herramienta de Empoderamiento Social.

. 19 de julio de 2020
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Segunda Parte: La Atención Primaria en Salud como Herramienta de Empoderamiento Social.

/Alejandro Vargas Gutiérrez., M.D., MSc.


“Pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre, ni el recuerdo ni el dolor
de mi pueblo y de mi gente”
Julio Numhauser

El mago de bata blanca.

En una de las veredas que visito con relativa frecuencia, tengo la confianza suficiente con una de las familias, que me permite llegar temprano en la mañana (pues duermo en otra casa, que considero la mía en esa comunidad) a ducharme y prepararme para la atención de los pacientes. La encargada de ese hogar me ofrece siempre una de sus mejores toallas, las chanclas de su esposo y hasta un jabón sin desempacar. Con estos detalles, cada vez que viajo desde Medellín, voy mucho más ligero de equipaje. A mi salida del baño me tiene listo un delicioso café con aguapanela y una arepa con huevo revuelto con cebolla y tomate con la cantidad de sal exacta, pues con la rutina de tantos años ya está en su justo punto. Mientras desayuno, disfruto de las imponentes montañas verdes, de los diversos y abundantes pájaros entonados, de los gallos y también de los perros, que esperan pacientemente algún trozo de mis sobras. 

Siendo cerca de las siete y media de la mañana y mientras saboreo mi segundo café, empiezan a llegar “mis asistentes”. Nunca me fallan. Son los hijos de mis pacientes jóvenes y llegan de casas cercanas para acompañarme en las visitas domiciliarias. Por obvias razones espero a que se reúnan algunos asistentes más y cuando están en número adecuado, me paro para dar mi primera cátedra de higiene: me cepillo los dientes y uso la seda dental delante de ellos. Es evidente que las condiciones higiénicas y la salud bucodental han mejorado en los últimos años, pero sigo viendo muchas caries infantiles y en los adolescentes detecto un rápido deterioro de la salud bucal asociado al consumo de muchos alimentos “chatarra” que sé, los afectará para siempre en su vida adulta. 

Por eso, me esfuerzo por que cada uno de los niños se cepille los dientes después de cada comida y cuando tienen acceso, que usen el hilo dental. Aún falta más cobertura odontológica en las zonas rurales dispersas de Antioquia y es necesario volver a las maravillosas campañas educativas en las escuelas con los personajes infantiles que promueven la higiene oral. 

El cepillado de dientes muy cerca de ellos me recuerda que esa sencilla pero poderosa actividad, podrá prevenir en más de uno el infarto agudo al miocardio en unas décadas. Un connotado médico internista del Ecuador fue el observador de esta sólida relación entre caries y enfermedad coronaria. Luego de esa “cátedra” de salud bucal, ocurre la primera fase de un acto de magia que aún disfruto como si fuera la primera vez. 

Los niños hacen una fila delante de mí, se empujan por estar en el primer lugar, pero luego de un pequeño llamado de atención de los habitantes de la casa para que estén calmados y ordenados, empiezo a distribuir cada uno de mis equipos biomédicos: el tensiómetro, el termómetro, el medidor de glucosa, el metro, la linterna, el equipo de órganos de los sentidos, el recetario médico, las medicinas donadas por colegas, y finalmente, el que todos y todas desean más que ningún otro equipo biomédico: EL ESTETOSCOPIO. 

Defino esta entrega de equipos médicos según criterios muy especiales... la edad, la limpieza de las manos, los cuadernos de español y de inglés revisados la noche anterior, los comentarios de sus madres previamente sobre sus deberes cumplidos en casa, y otros “estrictos” estándares de calidad. 

Ver la cara de asombro del niño o la niña que recibe cada uno de esos elementos y en especial de quien recibe mi estetoscopio color azul alrededor de su cuello, es una fantasía, es un éxtasis espiritual que me permite aterrizar mi gran privilegio para decidir por las herramientas que reparto a mis jóvenes asistentes, y al mismo tiempo, me obliga a darme cuenta de que mi profesión es más un bello honor que una sacrificada carrera. 

Como casi todas las niñas y niños con quienes que realizo mi trabajo provienen de familias muy católicas y mi quehacer se ha acompañado casi siempre de sacerdotes y otros actores sociales, soy muy cuidadoso de fortalecer esos vínculos espirituales. Pero dado que promuevo el emprendimiento en las mujeres, la mayoría de mis oraciones y cantos de la mañana con los niños, mientras voy en camino a las casas de mis pacientes, los dedico a la “Madre del Niño Dios” y ellos se saben canciones y oraciones hermosas sobre ella. Esto me ayuda a destacar con ellos el papel tan importante que juegan las abuelas, las madres y las esposas en sus hogares y en la comunidad. ¡Las mujeres son maravillosas, muchachos! Les digo.  

Así que los primeros momentos de nuestra labor del día se parecen un poco más a una procesión que a una misión médica. Pero este segundo acto de promoción de la salud (pues la oración y la meditación rutinarias tienen evidencia científica de máxima recomendación para reducir el estrés, la depresión y las enfermedades crónicas, entre otros beneficios), fortalece en los niños un vínculo espiritual que los acompañará toda la vida y los acercará a guías espirituales y a las iglesias, que la gran mayoría de las veces ofrecen una moderada protección ante la guerra y los conecta con sacerdotes sanos, inteligentes y de buen corazón (ellos son los más), quienes los escucharán en momentos muy complejos de su juventud y de su vida adulta. 

Ver este séquito de asistentes es una imagen maravillosa para madres y hermanos mayores que salen a las puertas de las casas, pues sus padres trabajan desde la madrugada y no alcanzan a ver sus futuros profesionales. Madres y abuelas se despiden y bendicen a sus hijos e hijas con la mano mientras ellos adelantan esta importante brigada de salud. 

- “Mucho juicio mi cielo, bien obediente con el doctor Alejandro y cuidado con esos equipos médicos que son muy costosos”. 
- "Tranquila amá, que yo los cuido mucho, ¿cierto dotor?"
A lo que yo refuerzo, 
- Doña Guiomar (éste y otros nombres se modificaron para proteger la confidencialidad), no se preocupe que “Esternocleida” es súper juiciosa con los equipos médicos, ella es muy cuidadosa. 
- "Dotor,..." me dice abriendo sus ojos, "...yo no me llamo esternocleida, yo me llamo María Camila..."
- Vea pues, María Camila, pues claro, se me había olvidado, es que esta cabeza mía, hola, mucho gusto en conocerte (y extiendo mi mano para apretar la suya y me inclino para mirarla a los ojos), que nombre tan hermoso el tuyo, María Camila, estoy encantado de conocerte y trabajar contigo… y ¿cuáles son tus apellidos? 
- "¡María Camila Salazar Mejía, si usted ya sabe!" 

Y suelo hacer ese juego de nombres con cada uno de los niños del grupo…utilizo el cambio de nombres y uso algunos muy chistosos para ellos como “Anacleto”, “Pandereto”, “Chispireto” o “Tuerquita”, y otros más cómicos y espontáneos. 

Todos ellos disfrutan mucho este cambio de nombres y nos hace más agradable el paso por caminos de herradura (abandonados completamente por las alcaldías), para llegar a las casas de los pacientes. Sus risas son contagiosas y me da la sensación de que cuando ríen conmigo yo rejuvenezco unos años cada vez. 

Ese ejercicio no es aleatorio. Se basa en una conferencia académica que escuché años atrás de Natalia Springer. En esta reunión académica en el Parque Explora de la ciudad de Medellín, ella expuso evidencia científica sobre los factores de riesgo relacionados con el ingreso de niños y niñas al conflicto armado. Hizo énfasis en “la invisibilidad de los niños” al interior de sus familias, en su entorno y ante el mismo Estado. Además, que ellos suelen recibir todo tipo de maltratos (el físico, el mental y el sexual). Esta investigadora, crítica y aguda, nos relató una imagen del Caquetá, en esa “Colombia profunda” de la cual hablaba el Maestro Alfredo Molano, en la cual un niño que nunca es visible ante sus padres, hermanos o compañeros de la escuela, y que nadie lo llama por su nombre, ni lo valora, ni lo abraza, fácilmente ingresa a los grupos armados que sí saben elevar la valía de estos nuevos guerreros. 

Y cuando esos niños y niñas se colocan un uniforme y cargan por primera vez un fusil (a veces más grande que ellos mismos), todos a su alrededor sí empiezan a mirarlos y a tenerles miedo, más que respeto. Es decir, el fusil y el camuflado de guerra los hacen VISIBLES por primera vez en toda su vida. Y ese poder, ese temor que inspira ese niño o niña ante todos, será la forma inicial para adoctrinar nuestras nuevas generaciones en el conflicto.

Por ello, mi grupo de asistentes médicos se vuelven ante ellos mismos y ante la comunidad, muy visibles por sus cantos, sus equipos sanitarios y su autoestima en esas brigadas de salud. Ellas y ellos se sienten importantes y durante todo el recorrido les hablo de sus bellos nombres, de sus ojos bellos, de su ropa bella, o de sus tenis hermosos que en realidad están más que gastados y deteriorados por ser las únicas y burdas copias de Nike o Adidas en su pequeño guarda ropas. Uso todo aquello en su personalidad o en su entorno para que se sientan campeones, triunfadores y hasta exitosos, si el adjetivo cabe en personas del campo con menos de doce años. 

Natalia, Alfredo y Manfred Max Neef (chileno ganador del Premio Nobel Alternativo de Economía), con sus valiosas investigaciones y testimonios, me motivaron a transformar las enseñanzas de puericultura y pediatría de mi Facultad de Medicina en la Universidad de Antioquia. Era urgente adaptar estas evidencias a los tiempos de conflicto armado y en los grupos humanos en extrema pobreza con los cuales trabajo y de paso, aprendo cada día. 

Porque una cosa es ejercer la puericultura con padres de familia que planearon la concepción de su hijo, organizaron un hermoso “baby shower” en familia, compraron ropa de marca para la llegada del recién nacido, acondicionaron su cuarto con apoyo de un diseñador y se prepararon para el privilegio de ser padres con una o dos especializaciones y varios viajes al exterior para aprender un mejor inglés; y otra muy distinta, la realidad de la puericultura en zonas rurales distantes, en medio del conflicto y en un entorno familiar de pobrezas, violencias y limitaciones emocionales de todo tipo.

Si los niños y niñas activan su autoestima y empiezan juegos de roles que les permitan soñar con ser profesionales o técnicos de la salud o de las ciencias agrícolas o la veterinaria, será un poco más difícil para los actores del conflicto atraerlos a sus filas y con ello, la perpetuidad de la guerra por los siglos de los siglos llegará su fin. Ellas y ellos se merecen nuestro máximo esfuerzo por la Paz y la Reconciliación.

Sin embargo, no he visto muchos veterinarios, zootecnistas, técnicos agrícolas o ingenieros, interesados en subir la autoestima de niñas y niños cuando eventualmente ingresan a estas comunidades campesinas. Suelen relacionarse con los hombres adultos y eventualmente, interactúan con los jóvenes en algunos juegos recreativos o actividades deportivas. Pero fallan en su acercamiento directo con la población infantil y con sus imaginarios simbólicos. Los decanos y los jefes de departamento de estas carreras deberían promover un curso corto de puericultura en el pregrado para ayudarnos en la tarea. El ingreso de un joven campesino quien logra terminar su secundaria, a una escuela de medicina, de enfermería o de odontología, es casi el equivalente a ganar una lotería y por ello, es necesario que otros roles profesionales se conviertan en una alternativa más entre los sueños de la infancia campesina.

Pero la magia no para allí. Otros especiales momentos ocurren antes de llegar a la casa de los pacientes. Uno de los que más disfruto es el de las carreras. Espontáneamente les aviso que a mí señal, los primeros que lleguen al árbol de esa curva, en la casa roja, se ganarán el derecho de presionar el botón del tensiómetro digital... y es como si ofreciera un pastel de chocolate. Mis asistentes salen a mil por hora y regresan otra vez apresurados para preguntar quien llegó primero y verificar su derecho a tan anhelado premio. 

Entonces les propongo que hagamos todo más profesionalmente y los pongo en una línea de partida al estilo de una pista atlética y extiendo un poco la distancia hacia la meta. Luego de dejar los equipos biomédicos a buen recaudo, yo mismo me filo con ellos y contamos… “¡en sus marcas, listos…fuera!”. Esa explosión de adrenalina en ellos y su gran emoción por ganarme (ganarle al doctor) y su risa contagiosa cuando yo me desmayo en la meta por la fatiga y pido aire y los primeros auxilios, me llevan a la gloria. Pero de nuevo, esta es una prefabricada actividad de promoción de la salud infantil. Estimular la actividad física en los niños, que a plena luz del día activa la vitamina D, promueve el desarrollo musculoesquelético y estimula el sistema inmunológico. Aún los niños y niñas de nuestras veredas campesinas con anemia leve o moderada por falta de hierro asociada a la desnutrición, a la malaria o a la parasitosis intestinal, tienen una alta capacidad cardiovascular y disfrutan mucho de las actividades deportivas.

Licenciados en Educación Física de la ciudad y médicos Deportólogos, que llenan los espacios de gimnasios de unidades residenciales con mujeres hermosas y ejecutivos brillantes, se están perdiendo de verdaderos talentos al estilo de Caterine Ibargüen o Rigoberto Urán, nuestros campeones internacionales. Tenemos en nuestras veredas fabulosos casos de niños y jóvenes que usan bicicletas en mal estado para recorrer distancias infinitas y hacer diligencias a sus padres para ganar unos pesos en fincas lejanas. He caminado por varias horas con jóvenes adolescentes que llevan pesadas cargas y al llegar a sus casas apenas tienen leves signos de cansancio, mientras yo termino con deseo de una dosis de oxígeno por cánula nasal. 

¿Qué hace falta para que los Licenciados en Educación Física puedan hacer su año social obligatorio como los profesionales de la salud y promuevan el deporte en todos los grupos de edad? 

Existe un maravilloso hospital local en Urabá con un genial programa de control de la Diabetes Mellitus, la Hipertensión Arterial y otras enfermedades crónicas, que cuenta con un educador físico quien logró la reducción de ingreso por urgencias y, además, bajó a la mitad el número de tabletas consumidas para estas enfermedades. El deporte y la sana recreación son herramientas fundamentales de la Atención Primaria en Salud y deben promoverse en los planes de desarrollo de los municipios tipo PDET (municipios con Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial).

Al llegar sudados y un poco más silenciosos (por la fatiga) a la casa de “nuestro” primer paciente, suele ser común que nos ofrezcan un vaso de aguapanela con limón o un jugo de alguna fruta en cosecha que todos disfrutamos. Me costó entre 7 y 12 años de trabajo educativo (según la vereda), que los jugos de agua con anilina o las gaseosas (las opciones preferidas por muchas amas de casa para atender a un extraño) fueran cambiados por jugos naturales y sin azúcar. Ese pequeño éxito de promoción de la salud hace que yo disfrute aún más esos regalos de la naturaleza. 

- Médico, está muy simple ese jugo…como a vusté no le gusta con azúcar.  
- Dios le pague doña Lilian, así es más saludable, ¡el azúcar de lejitos mucho mejor!

Y entonces, ya hidratados y descansados, comienza el mejor acto de magia de la mañana: Realizo una recolección de los equipos biomédicos, miro su estado de higiene (muchos han caído en el trayecto, así que debo pasarlos por alcohol y dejarlos limpios) y organizo mi proceso de atención clínica en la mesa del comedor. 

El paciente casi siempre es el hombre más adulto de la casa y es el primero en el proceso. Y procedo a tomarle los signos vitales en frente de más de veinte pares de ojos. 

Esta parte me emociona profundamente. Le pido al campesino que suba la manga de la camisa de su brazo izquierdo y le coloco con cuidado y firmeza el brazalete del tensiómetro. Entonces me aclaro la garganta y luego de saludar al paciente le digo: 

- Don Omar, le voy a tomar con su permiso la presión arterial con este equipo que se llama tensiómetro.

...y hago un silencio de pocos segundos... y entonces miro a mi asistente, asiento con la mirada y una dulce voz infantil repite este mensaje:

- “Este aparato le va a apretar un poquito, pero no se preocupe, esto es como el matrimonio, que aprieta, pero no ahorca”. 

Y con mi aceptación, realiza el acto más importante y para el cual se levantó temprano, se puso la mejor ropa, corrió por la carretera con toda su reserva energética y se preparó toda la mañana: presiona con su pequeño índice el botón del tensiómetro digital y observa con detenimiento cómo se insufla el brazalete y aparecen los números en la pantalla del moderno instrumento. Yo, más serio, leo la presión arterial y solicito permiso al paciente para auscultarlo lentamente y en algunos casos, paso a la revisión privada en uno de los cuartos de la casa. 

Nunca he visto una cara de asombro más maravillosa que la de estos niños y niñas cuando utilizan este equipo en un paciente real y me ayudan a repetir esa frase sobre el matrimonio que causa risa y relaja al paciente y a sus familiares. 

Al entregar la fórmula médica, el niño que no ganó la competencia hasta el árbol recibe un premio no menos importante: estampa el sello médico bajo mi firma en el recetario. Una vez aparece mi sello, el niño sonríe y con frecuencia me pregunta: 

- Cuándo yo sea médico voy a tener un sello propio, ¿cierto que sí? 
- Yo creo Edgar Augusto que tu sello será mucho más lindo que este. El mío ya está muy viejito. El tuyo será nuevo y más bonito. 

Al terminar la atención clínica, ofrecer algunas recomendaciones y dejar como siempre mis datos personales para que me contacten de día o de noche, o a la hora que les sea posible, marcho con “mis pequeños gigantes” a otra vivienda. Ellos saben bien la respuesta cuando las familias nos agradecen con un sincero “Dios le pague doctor”:

- Amén. Es la repuesta del equipo.

En el camino, doy las gracias a la asistente que presionó el botón y le explico que realizó un trabajo maravilloso y que me siento feliz que me hubiera acompañado esa mañana. Lo mismo hago para quienes me facilitaron la linterna, el oftalmoscopio, el otoscopio, el metro, el recetario médico o el estetoscopio. Todos ellos me dicen que quieren presionar el botón y entonces hacemos en el camino, una rotación de equipos, con excepción de quien lleva su estetoscopio. Ese instrumento no se rota a lo largo del día. Es un distintivo: quien lo lleva es el Líder de todo el grupo y obtiene un premio maravilloso que jamás olvidará: se escucha por algunos segundos su propio corazón y el de algunos de sus “colegas” que desean hacer de pacientes.

- Se oye como un tambor, ¿cierto? 
- Si, mi cielo, es tu corazón que late con mucha fuerza porque estás feliz. Les recalco con emoción.   

Antes de llegar a la segunda casa programada, veo en la distancia un portón de madera medio inclinado y una piedra muy grande a su lado. Está a unos doscientos metros de distancia...

-El que llegue primero a la piedra cerca de ese protón aprieta el botón en la casa de don Aureliano. Y con este reto, la magia comienza de nuevo.


Un paisa en la NASA. 

Aunque suelo atender adultos mayores con problemas cardiovasculares, diabetes mellitus o enfermedades respiratorias crónicas, la mayoría de mis consultas son enfocadas al grupo materno infantil. Las mujeres consultan mucho más en toda América Latina y son en gran medida, las más enfermas. 

La consulta externa ginecológica, el dolor de espalda crónico, las lesiones en piel, la parasitosis intestinal, la anemia, la migraña, y la enfermedad ácido-péptica son de las más frecuentes y con toda la razón. Su trabajo empieza muy temprano en la madrugada y termina a altas horas de la noche casi siempre y esto se repite de lunes a lunes. Mientras todos duermen, ellas se levantan en silencio, alistan el fogón, calientan aguapanela, preparan el café y empiezan a inventar el mejor desayuno posible con sus escasos ingredientes. Primero “despachan” a su esposo, le llevan “los tragos” hasta la cama y luego despiertan amorosamente a sus hijos o invitados. Llevan el café a sus padres mayores y seleccionan el Losartán o el Verapamilo según la dosis para los familiares enfermos. Luego bañan a sus hijos muy rápido y los invitan con ternura a desayunar un chocolate, con pan, galletas y de vez en cuando, un huevo con arroz, para que no vayan con hambre y no lleguen tarde a la escuela. 

- “Uno con hambre no aprende”, dicen con sabiduría.

De solo verlas en ese trajín, queda uno agotado. Cuando por fin la casa está un poco más descongestionada, le recuerdo a esa hermosa mujer campesina con manos fatigadas e inflamadas por la artritis y con dolores en su espalda que yo sí alcanzo a identificar mientras se mueve entre la cocina y las habitaciones, pensando que no la observo. 

Hace falta un rato de “cantaleta de la buena” para que desayune, se tome los medicamentos y descanse un poco. A veces, en muy contadas ocasiones en los 33 años que la visito, me ha permitido el máximo privilegio (así lo consideré en esas pocas veces), de recibir un café con leche servido en mis manos. 

- “No mijito, cómo se le ocurre servirme a mí, no ve que Usted es el doctor”. 

Lo que sí me permite hacer es tender algunas camas desordenadas y lavar de paso unos pocos platos. Me tomó varios años tener ese nivel de confianza con doña Soledad y aún ella o sus vecinas no pueden dar crédito que el médico de la vereda lave la loza que usa. Pero precisamente fue este nivel de cercanía y de confianza recíproca con las mujeres campesinas, lo que me llevó directamente a la NASA. 

Hacía varios años, notaba que mis solicitudes de exámenes de laboratorio para las mujeres enfermas en las veredas se convertían en “letra muerta”. Al solicitar los resultados, las pacientes me decían que no habían podido tramitar su viaje al laboratorio del hospital. Falta de dinero para pasajes, distancias extremas entre la vereda y el hospital, poquísimos recursos para pagar el copago o incluso, que su esposo no le diera el permiso para salir de casa. Todas eran las razones esgrimidas para que yo tuviera que calcular el mejor tratamiento clínico sin la orientación de los resultados de laboratorio.

En un cuadro clínico recurrente tenía yo algunas dificultades significativas: la infección vaginal (vaginosis). La teoría clínica sugiere un examen llamado directo y Gram de flujo vaginal. Pero este estudio requiere un viaje al centro de salud, cita con el médico, orden de laboratorio, disponibilidad de la auxiliar de enfermería para tomar el examen en genitales externos y luego, esperar dos o tres días los resultados para solicitar una nueva cita médica. Todo un periplo para mujeres que tienen niños en brazos, esposo demandante de atención, trabajadores en la finca o padres mayores que atender durante todo el día. 

Una de ellas siempre me habló de sus incomodidades ginecológicas por la vaginosis crónica y que los medicamentos que le formulaban en el hospital local sólo le servían por algunos días y al cabo de un tiempo volvían los síntomas incómodos (el mal olor, la rasquiña intensa en la zona vaginal y uno que era muy grave para ellas: el dolor durante las relaciones sexuales). Era necesario identificar bien el microorganismo responsable y descartar en ocasiones las enfermedades de transmisión sexual. 

Para eso eran los exámenes de laboratorio, pero ellas no contaban con los medios para ir al hospital y luego regresar por los resultados. La vaginosis cuando se vuelve en un evento crónico puede llevar a la infertilidad femenina y a la dolorosa EPI (Enfermedad Pélvica Inflamatoria). Es decir, una simple infección por hongos o bacterias puede acabar con la estabilidad matrimonial y dar al traste con el deseo y el placer sexual, bien complejo de alcanzar en las mujeres campesinas, debido al tipo de contacto erótico casi siempre machista y egoísta que tienen la mayoría de sus parejas masculinas en estas zonas.

Pero esto no sólo ocurría esto con los exámenes para muestras vaginales. Realizar una prueba de embarazo hace 20 años era complicado en zonas remotas, así mismo, detectar niveles altos de glucosa para sospechar de una Diabetes mellitus o un sencillo citoquímico de orina para detectar una infección de las vías urinarias era una odisea en medio del conflicto armado, las deficientes vías terciarias y las debilidades históricas de nuestro sistema sanitario. Por eso, al atender también a las gestantes en sus controles prenatales no tenía más remedio que formular medicina con mi criterio clínico, pues los exámenes o ecografías en estos territorios no eran de lo más común. Había que buscar una alternativa innovadora.

Una noche después de llegar de trabajar en una universidad como docente de medio tiempo, escuché en las noticias que un inventor japonés había diseñado un piyama infantil que cambiaba de color cuando los niños tenían fiebre. La noticia no fue tan importante como las de secuestros, los ataques terroristas o la eterna corrupción, pero a mí me encantó. ¡Que buen invento! Pensé.

Unos dos meses luego de la nota de este inventor, recibí la llamada de una de mis pacientes que necesitaba medicinas por un flujo vaginal que detectó en la ropa interior de su hija de seis años y se me encendieron las alarmas: niña con flujo vaginal necesita urgente una evaluación médica y por psicología, pues podría tratarse de un abuso sexual. Con todo detalle expliqué a la madre los pasos a seguir y desafortunadamente mis sospechas eran ciertas. Al día siguiente en una labor titánica de la médica rural se documentó que el flujo vaginal de la niña tenía rastros de Neisseria gonorrhoeae: ¡gonorrea! Un primo de la madre estaba abusando de la niña cuando ella debía salir por alimentos a una tienda cerca de la casa.

Y un mes después de todo esto, mientras lavaba algunos platos en casa después de cenar y limpiaba con un papel absorbente el mesón de la cocina, en casa de la suegra, mi esposa me preguntó: 

- ¿Para qué limpias tanto? ¿Vas a dejar ese mesón desinfectado o qué? 
- No amor, ya terminé. Ojalá este papel cambiara de color para saber si el mesón quedó verdaderamente limpio y sin bacterias en la superficie... te imaginas, no habría más infecciones por alimentos. Y ella ripostó: 

- ¿Cómo va a cambiar de color un papel de cocina absorbente?
- Fácil, dije ingenuamente. Con un poco de Biotecnología, sólo falta que se coloquen unos elementos parecidos a un reactivo bioquímico o una reacción tipo ELISA y ya está, el absorbente cambia de color y detecta una bacteria, o un hongo... Y paré en seco.

La miré y le dije: 

- Rochy, eso es, una toalla higiénica sanitaria con biotecnología que detecta las infecciones vaginales y permite verificar si los tratamientos funcionaron. ¡Las campesinas no tienen que salir nunca de sus veredas! Sería como tener un laboratorio portátil en sus casas. 

Eran las 8:23 PM y revisé la literatura sobre absorbentes con biotecnología en varios idiomas. No encontré nada en español, nada en inglés y nada en portugués. ¿Y si esta creación para ayudar en la Atención Primaria en Salud no se hubiera inventado aún? 

Me armé de valor y en un instante llamé a un experto internacional en salud de las mujeres quien me dio la mano cuando escribimos juntos el proyecto de la Clínica de la Mujer de Medellín. El Dr. Jorge Tolosa, un ginecólogo y perinatólogo colombiano que trabaja en uno de los mejores centros de atención a la mujer en Oregon, EE. UU. Estaba muy tarde para mi colega y amigo, pero me respondió el teléfono y luego de unos saludos ágiles y mi burda explicación biotecnológica me dio una orden: 

- ¡Patente ese producto ya mismo!

Y para darle la vuelta al mundo y gracias al cambio de horario, llamé a mi primo Juan Carlos que acababa de terminar su Doctorado en Derecho en París y me dijo lo que ya me temía: 

- En Europa yo compro las toallas higiénicas de mi esposa y acá con tanta tecnología no existe ese producto, que yo sepa. Si quieres lo busco mañana, pero de existir ya lo habrían promocionado por redes sociales o por la televisión y nunca lo he visto primo. Está buena tu idea. 

Cuando el premio Destapa Futuro Bavaria se entregó en Medellín me propusieron llegar a casa con el cheque de más de 35 millones de pesos, pero sugerí recibirlo en el Hogar Madre Carmelina Gambardela, un hogar para niñas en riesgo social que cuidan tres religiosas maravillosas y varios benefactores, entre ellos mis generosos padres. Allí, en medio de las niñas, quienes son mi motor vocacional en la ciudad, recibí el premio de emprendimiento en 2010. 

Y pocos años después, cuando tenía mejor desarrollado el prototipo y este ya detectaba la Diabetes mellitus y el embarazo, la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos me entregó un premio de 2,5 millones de pesos por la mejor invención científica en el salón de inventores de ese año. 

El grupo de innovación social de Chile (SOCIALAB) seleccionó nuestro producto de biotecnología para participar en un concurso latinoamericano y quedamos en segundo lugar. Un chileno brillante había diseñado un producto increíble para purificar el agua a bajo costo y recibió el anhelado premio: un viaje con todos los gastos pagos a Singularity University en el corazón del Silicon Valley, en California (EEUU). Esta universidad era la “ocurrencia” de Peter Diamandis y otros genios de Google, Microsoft y Apple. Juntos deseaban ser los precursores del viaje a Marte; y Peter, en calidad de asesor científico de la NASA, propuso crear una universidad de alto estándar en innovación que apoyara a esta entidad en todos los proyectos asociados al viaje a este lejano planeta y de paso, ayudar a solucionar los problemas más apremiantes de la humanidad. Así surgió Singularity. 

Pero el chileno se equivocó en sus cálculos empresariales y los jurados lo detectaron a tiempo. Su máquina para purificar el agua consumía tanta energía que no era factible llevar el dispositivo a las zonas remotas donde no había fluido eléctrico. Así que el ganador debía replantearse. 

Un martes mientras trabajaba en el diseño de otro dispositivo biomédico, recibí una emotiva llamada del director de Socialab. “Nacho” Vidal me explicó el error de su coterráneo y rápidamente me preguntó: Alejo, ¿Tienes visa americana? Porque te vas en 20 días para California. 
    
Llegar a Singularity fue una maravilla. Unas 90 personas de todas las razas, idiomas, tamaños y formas de vestir se compenetraban increíblemente para presentar las mejores innovaciones del planeta. Yo me sentía como el joven Billy Elliot que llega al conservatorio de Londres a ver con deleite el talento de sus compañeros de curso y se asombra con la máxima tecnología que no puede alcanzar en su pequeño poblado. 

27 países diferentes en un mismo espacio preparaban sus mejores innovaciones para esa presentación. La mía estaba programada para el segundo día del encuentro, así que disfruté la mañana de saludos, las actividades de integración y en la tarde, mientras veía con atención uno de los expositores italianos, una mano en mi hombro derecho me invitó a ausentarme de la sala por unos minutos. Me explicaron en un inglés lento y comprensible que uno de los participantes de Bélgica no podría llegar a tiempo al evento y que estaban buscando quien ocupara su lugar en la presentación de las 03:25 PM. Eran ya las 2:45 PM. 

- Doctor Alejandro, si tiene con Usted la presentación, cambiamos su lugar y lo anunciamos como representante de Colombia en unos minutos. 

Aunque había preparado mi presentación con lujo de detalles, esperaba irme temprano al hotel y volver a pulir un poco mi inglés y ajustar las diapositivas segundo a segundo. Pero respondí sin dudar: 

- Claro que sí. Cuenten conmigo. Y les pasé la memoria USB con la conferencia. 

Tenía sólo diez minutos para exponer (el famoso elevator pitch). Unos segundos antes de subir al escenario, me persigné, junté mis manos sobre mi cara y sonriendo para mí, repetí casi en silencio la frase de un maravilloso actor de teatro, quien es muy conocido en mi ciudad: 

- ¡Espíritu Santo, iluminame marica!

Estuve calmado y me presenté como médico y magíster en epidemiología de la Universidad de Antioquia. Les mostré hermosas imágenes de Colombia, de nuestros pájaros, del Metro de Medellín, de Gabo y sus 100 años, del Carnaval de Barranquilla y también de la violencia cruel y desmedida con más de 350 mil homicidios en las últimas tres décadas. 

Luego, presenté la imagen de las familias campesinas en situación de desplazamiento y les expliqué la importancia de la Atención Primaria en Salud para recuperar la salud de las comunidades en alto riesgo social. Todo estaba cronometrado. A su debido tiempo, hice un profundo silencio. 

Retomé el discurso diciendo: imaginen ustedes, que una mujer joven de 33 años, campesina y con cuatro hijos, viuda por la violencia, necesita realizarse un examen de orina para evaluar una posible infección urinaria o una prueba para verificar si tiene infección vaginal por hongos. ¿A dónde puede ir en medio del conflicto? ¿Cuánto le cuesta viajar hasta su hospital más cercano? ¿Y si economiza el dinero del transporte para ir caminando, pero hay minas antipersonales en el camino? ¿Con quién deja a sus hijos mientras va al hospital? Esto ocurre en todos los países pobres de América Latina y El Caribe, y ocurre en Asia y en África también. Las mujeres no tienen dónde realizar sus exámenes clínicos más importantes: y además, si los llegan a realizar, deben regresar días después por el resultado y otra vez los riesgos y los gastos adicionales.

Por eso, hoy en Singularity, tengo el gusto de presentar por Colombia, “TOPSMART” , una toalla higiénica sanitaria (y saqué una del bolsillo de mi camisa, la cual llevo conmigo a todas las reuniones) que cuenta con biotecnología avanzada y reacciona con los fluidos, con la orina y con la sangre menstrual. En esta reacción biotecnológica cambia el color del absorbente en caso de detectar infecciones vaginales por bacterias y por hongos. También puede alertar la presencia de virus como el de VIH, la Hepatitis B, o detectar riesgos de anemia por déficit de hierro, de Diabetes y el riesgo de infección de vías urinarias, entre otros eventos. 

Es un laboratorio portátil para las mujeres de todas las edades y estará disponible a un Dólar la unidad, para que la Atención Primaria en Salud cuente con una herramienta de alta tecnología, económica, confiable y segura. Lo más importante (y avancé a una diapositiva con la fotografía de Soledad y su nieta en su sencilla cocina con el fogón de leña encendido): TOPSMART es una herramienta de empoderamiento de las mujeres frente al sector de la salud porque las provee de un elemento de conocimiento sobre su estado de salud que equilibra la gran brecha existente entre el médico y sus pacientes más pobres y vulnerables. 

Éste (y señalé la toalla higiénica en lo alto de mi mano), no es un producto absorbente de higiene personal. ¡Es una tecnología disruptiva del Siglo XXI que salva vidas y genera poder de decisión en las mujeres del planeta! Gracias por escucharme.       

Hubo un silencio total en ese imponente salón del Silicon Valley. Mi inglés practicado por varios días al lado de mi hermano que lo habla con fluidez había fracasado estrepitosamente y mis diapositivas coloridas con playas de Cartagena, mujeres bellas de Antioquia y niños sonriendo en la Feria de las Flores de Medellín no estaba a la altura de los expositores de ese recinto. Lo pensé sinceramente... hasta que un profesor alemán, de gran estatura y porte de científico, movió su silla para atrás, se puso de pie y al mismo tiempo que empezó a aplaudir con entusiasmo, dejó caer un sonoro “It´s fantastic”. Todo el salón lo siguió y vinieron silbidos y un “bravo, Colombia” que gritaron algunos en perfecto español. 

Tercera parte: “Las innovaciones tecnológicas que fortalecen la Atención Primaria en Salud en zonas vulnerables”


(90) La Atención Primaria en Salud como herramienta de desarrollo humano en los municipios denominados PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial). Las Realidades Cambiaron.

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La Atención Primaria en Salud como herramienta de desarrollo humano en los municipios denominados PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial). Primera parte: Las Realidades que Cambiaron.
/Alejandro Vargas Gutiérrez., M.D., MSc.


Sofía (éste y otros nombres fueron cambiados para proteger la confidencialidad) se levantó muy temprano ese día del cumpleaños y siguió las instrucciones al pie de la letra. Subió con el único celular de su familia a la casa de la tía Nancy, pues allí entra bien la señal. Sabía que, a pesar de la cuarentena por Covid-19, un grupo de amigos y algunos familiares lejanos de Medellín la llamarían para felicitarla por sus 15 años. Estaba radiante y feliz cuando el Sacerdote de la parroquia de La Susana (un corregimiento del municipio de Maceo) le llevó la “torta” de su cumpleaños. El Padre José Luis es de las pocas personas que tiene libertad de movimiento en época de cuarentena, y dado que la vereda La Argentina está ubicada a cuatro horas de camino de la cabecera urbana de Yolombó, es Maceo y su parroquia, la que prestan servicios religiosos y comunitarios, pues está a una hora de camino.

Su padre, sus hermanos y abuelos la felicitaron y ella recordó con cariño a Daniela, su hermosa madre. Juntos rezaron una oración en su memoria. Había fallecido a los 33 años, sólo un año y medio atrás, por una crisis severa de asma que no pudo ser atendida a tiempo y murió en su humilde vivienda. No existe puesto de salud en la vereda. Murió en la misma casa de madera en la que dio a luz a sus siete hijos con la ayuda de su madre y una partera. Nunca fue a los controles prenatales ni se practicó ecografías o exámenes de laboratorio. Se firmaba con una “X” en la línea del documento y cocinaba con leña todos los días, mientras Herney, su compañero, padre de sus hijos y primo hermano por vía paterna, podía reunir algún dinero para alimentarla a ella, a sus hijos y a sus ancianos padres.

Muchas cosas sí han cambiado desde que inicié el ejercicio de mi noble profesión a finales de 1997. Los cambios en las comunidades campesinas de Antioquia son tan notables que me emociona describirlos. Estos son sólo algunos:

AGUA LIMPIA. Hasta hace pocos años, en muchas veredas de Antioquia, era necesario que gran parte de la mañana y de la tarde se dedicara a transportar el agua en canecas o en cualquier recipiente (ollas, botellas de plástico, etc.). Muchas veces mi equipo de salud y yo, experimentamos enfermedades gastrointestinales y micosis en la piel (hongos) por bañarnos en pozos contaminados, que también eran la fuente primaria de agua de las comunidades. Nunca salía de mi casa a las veredas sin mi tubo de antimicótico para curar las lesiones que se vuelven desesperantes con el sol del mediodía o luego del baño. Ayudé algunas veces a cargar agua con los niños, niñas, jóvenes y adultos mayores. En aquel entonces, los servicios de acueducto eran casi un lujo y cuando llovía, todos ellos experimentaban un gran alivio... el tanque de agua lluvia se llenaba y permitía el líquido disponible por varios días.

Hoy en día, Antioquia cuenta con servicio de acueducto en la mayoría de sus municipios. El agua es verificada en calidad por EPM y no tiene nada que envidiarle al servicio de Medellín o de Rionegro. Esto redujo la tasa de mortalidad infantil por EDA (Enfermedad Diarreica Aguda) y por otras infecciones. En casi todas las veredas que visito ahora, el agua es más limpia y abundante, aunque no siempre es potable. Pero es un gran avance en salud pública y en bienestar.

ENERGÍA ELÉCTRICA. Mi primer parto con linterna y velas fue en la vereda Puerto Tulapa del municipio de Necoclí. Aún hablo con la madre y con Cesar “Alejandro”, el robusto mulato que nació en esa noche en un parto sin complicaciones. Ya estábamos de salida de la vereda cuando César, un campesino fornido, colaborador y de pocas palabras, me gritó desde la cancha de fútbol: - “Médico no se vaya todavía…le tengo un trabajito”.

Eran las cinco de la tarde y el imponente sol del Urabá me ayudó a preparar el parto de su esposa. Sin embargo, pasadas las seis, no hubo más alternativa que encender velas y alumbrar con las linternas con poca carga disponible en las pilas de “Eveready”. Por aquel entonces (1997) no teníamos celular con potentes linternas ni conexiones maravillosas.

Por muchos años, los pacientes me llamaron a consultar a altas horas de la noche para revisar a sus hijos o padres mayores y ya sabía yo la rutina que debía seguir: llevar dos linternas, baterías de repuesto y un paquete de velas. Una linterna para iluminar el camino (pues mis ojos no tienen la sensibilidad a la luz de la luna que sí tienen los campesinos) y la otra, para iluminar en la casa de los pacientes mientras se realiza el examen clínico. Frecuentemente, la linterna perdía carga y era el momento de encender tres o cuatro velas alrededor. Así era la vida de millones de campesinos en Colombia pocos años antes de celebrar el año 2000. Y en muchos hospitales de Antioquia, el fluido eléctrico fallaba en los momentos menos oportunos (en partos complicados, durante la atención de heridos graves y en pacientes con infartos).

Para el momento en que escribo estas líneas, mis pacientes campesinas me pueden contar por chat que la novela de Eliff ya se acabó, que el final no les gustó, que las espere un momento pues van a la nevera por unos huevos y que están ahorrando para comprar un nuevo televisor, esta vez “de los planitos, esos que casi no pesan”.

La energía fluye en casi el 100% de los poblados de Antioquia y así quedó plasmado en el Plan de Gobierno anterior y sólo están pendientes de conexión los municipios de Vigía del Fuerte y Murindó. La energía mejoró la vida de los pacientes diabéticos (pues la insulina debe refrigerarse adecuadamente), mejoró también la vía respiratoria de las abuelas y de madres con la llegada de la estufa eléctrica y luego del gas, y un aspecto definitivo en la vida de niñas y mujeres se transformó: más horas de energía equivalen a más horas de lectura y estudio. Sin duda, un salto al futuro y al empoderamiento de las mujeres, la base de la Atención Primaria en Salud que yo promuevo.

MÉTODOS DE PLANIFICACIÓN FAMILIAR. Daniela y sus siete hijos son la excepción al fenómeno global de reducción de la tasa de natalidad. En Brisas de Río (un pequeño barrio de familias desplazadas por el conflicto en Necoclí), tuve el privilegio de atender los hijos de una madre de 52 años quien tuvo 14 partos y sólo dos abortos. En Chigorodó “atendí” (más bien, observé) el octavo parto de una mujer de 35 años. No presentó contracciones intensas y su parto fue sin dolor. En varios municipios que recorrí, encontraba familias de más de diez hijos. Hoy en día, los hijos de ellas, algunos de los cuales son mis pacientes y llevan sus propios hijos a la consulta, tienen muy claro que únicamente van a tener tres o cuatro hijos.

En varias ocasiones los hombres me solicitan la remisión a la vasectomía, algo impensable hace 25 años, pues era un signo de debilidad masculina. Uno de los motivos de consulta que más atiendo en las comunidades campesinas es el ingreso de adolescentes al programa de planificación familiar. La aplicación de inyecciones mensuales y barras de anticonceptivos de largo tiempo son ya una rutina para médicos y enfermeras de los pueblos.

La tasa de natalidad es tan baja en algunos municipios, que los partos se están volviendo un evento poco frecuente. En muchos hospitales locales la sala de partos sólo se abre cada diez días en promedio. Las jóvenes, las madres y las abuelas hoy en día celebran que esta nueva generación puede ir a la iglesia, comulgar y aplicarse la inyección sin tener el temor de ir al infierno. Fui testigo de la enorme responsabilidad en tasas altas de mortalidad materna e infantil asociadas a las creencias religiosas que impedían el ingreso a los maravillosos programas de planificación familiar. Otra herramienta fundamental del empoderamiento de las mujeres.

NIÑOS SIN HAMBRE SEVERA. Ver morir a niños con desnutrición severa me impactó significativamente en la vida profesional. Como puericultor de la Universidad de Antioquia (cuidador del niño sano) y egresado del Colegio Calasanz, estoy muy ligado a la protección de niñas y niños. Y en mi trabajo profesional era asignado con frecuencia al servicio de pediatría o de obstetricia, cosa que hacía con bastante entusiasmo y con una bata de personajes de Disney que cuidé por muchos años (al estilo Patch Adams). Sin embargo, luego me enteré de que la atención de niños severamente desnutridos en el Urabá antioqueño o en otras subregiones de mi departamento impactaba negativamente la salud mental de algunos colegas más veteranos y por ello, la llegada de nuevos médicos con entusiasmo, como yo, les daba respiro en medio de tantas muertes por hambre que impactan hasta al más duro de corazón.

De nada servían los cuidados prolongados, los suplementos nutricionales y los antibióticos. El niño o la niña eran dados de alta en mejores condiciones y pocos días después regresaban en peor estado clínico. Más débiles, más pálidos, más desnutridos: la madre ya no lactaba y sólo podía darle a su hijo un poco de aguapanela con galletas de soda dos veces al día. Días después escuchaba la solicitud que me partía el alma: -Doctor Alejandro, me le hace el certificado de defunción a este niño, la madre lo trajo muerto. Me decía una de las auxiliares de enfermería.

Para el año 2000, mientras muchos celebraban el comienzo de las nuevas tecnologías y avances científicos, 139 niños morían por hambre en Antioquia. Es posible que fuesen muchos más, pero ya ese número es demasiado alto para querer incrementarlo. En 2019, según las cifras de la Secretaría Seccional de Salud de Antioquia (una de las entidades más serias y responsables en la vigilancia de eventos en salud pública de América Latina), sólo murieron por desnutrición siete niños. Un descenso mayúsculo y contundente que habla de la mejor condición socioeconómica en el país.

Hoy, los niños y las niñas ingresan a mi consulta bañados, huelen a shampoo infantil, tienen pantalones limpios, sus uñas están cortas, su cabello brilla y su piel es suave y humectada. Ningún signo visible de desnutrición. Menos hijos en casa permiten una mejor alimentación y en especial, más consumo de proteína, más verduras y frutas. Seguimos viendo niños con riesgo nutricional, pero su muerte es extremadamente rara y más bien, nos estamos acercando como en Envigado (Antioquia), a un alto riesgo de sobrepeso y obesidad infantil por sobrealimentación y comidas chatarra.

Casos como los de La Guajira, Chocó y otras regiones merecen otro análisis, pero en la zona que conozco, la muerte por hambre es tan rara como la muerte por tétanos. Sin lugar a dudas, el programa MANÁ de la Gobernación de Antioquia, su continuidad en los últimos gobiernos y el complemento con la estrategia Buen Comienzo, han logrado sobrevivencias que ni el mejor de los pediatras imaginaba para el Siglo XXI. 

El actual Gobernador había manifestado, antes de su impasse judicial, que tenía “entre ceja y ceja” eliminar la muerte por desnutrición infantil en Antioquia. Meta difícil de alcanzar cuando las cifras de mortalidad son menores de diez casos por año, pero por lo menos ofrece la esperanza que los programas de seguridad alimentaria y nutricional no perderán vigencia. Este tema será crucial para el post Covid-19. Sin hambre es posible el empoderamiento en salud.

COMUNICACIONES EFICIENTES. Hasta hace pocos años cargaba en mi billetera un teléfono muy importante. El de la emisora de Maceo. Antes de viajar llamaba al encargado de la única vía de contacto con las comunidades y él reconocía mi voz amablemente. Ya sabía la rutina... 
- Médico que bueno que viene. ¿Para cuándo? 
- Llego el sábado por la mañana Dios mediante. 
- Yo les aviso que saquen las bestias hasta el Ranchito a las ocho, ¿le parece bien? 
- Perfecto, a esa hora nos sirve. Gracias. 

Mi canal de comunicación con la emisora del pueblo era definitivo para avisar mi llegada y con ello no sólo garantizaba mi transporte en “el pintao”, “el erizo” o “el cojo”, animales que me llevaron pacientemente hasta veredas lejanas sin ningún problema. También le permitía a Doña Soledad, seleccionar la mejor gallina (y a veces la única) para el sancocho del medio día. El anuncio por la emisora generaba todo un proceso con la Junta de Acción Comunal con el fin de seleccionar los pacientes más urgentes y necesitados de la visita médica domiciliaria. En aquel entonces una línea telefónica fija o un celular eran una utopía. 

Luego de una larga reunión de ayer, pude dedicarme un rato y resolver por WhatsApp varias preguntas de inglés de un taller de Saray Muñoz (hermosa niña de 12 años quien vive en una retirada zona rural de Maceo) y le recomendé una crema con base en esteroides a la madre de otro paciente en La Argentina. 

Antes de esta pandemia, había solucionado urgencias médicas por esta vía y he apoyado la coordinación de un servicio de ambulancia con médico a bordo, aun cuando me encuentre en el exterior. Claro está, la cuenta del roaming internacional que me llega en esos casos no es barata, pero no me atrevo a colgarle a los campesinos que me llaman pensado que estoy en Medellín y me cuentan su vida y milagros de la última semana, además de sus síntomas gripales mientras espero en un aeropuerto internacional. 

La comunicación con los teléfonos celulares salva vidas y permite un vínculo casi inmediato entre la comunidad y los actores políticos, religiosos, los del sector de la salud y los del comercio. 

No es extraño que a mi consulta ingrese un campesino típico con machete en su cintura, sombrero, poncho y carriel, y en medio del examen clínico, le suene un smartphone de mucha mejor calidad que el mío. Negocios de gallinas, de ganado y la entrega de cuido para los perros han interrumpido más de una vez mi atención en salud, pero yo hago caso omiso y termino el examen cuando el negocio se logra completar en pleno consultorio. Llegan ya nuevos avances con telemedicina y dispositivos biomédicos de última generación y mayor conectividad que salvarán más vidas y ayudarán a educar a las comunidades en forma gratuita y eficiente. La tecnología para fortalecer la Atención Primaria en Salud genera empoderamiento.

VÍAS MODERNAS. Viajar por carretera en Antioquia y en zonas como el Magdalena Medio, el Occidente, el Oriente y el Urabá eran toda una novela de terror a finales de 1988. Mis amigos del Calasanz y yo, viajamos a Maceo en tren (a las 4:30 AM) desde la Terminal del Norte en Medellín y ya en Cisneros, se subieron campesinos de todas las edades con cerdos, gallinas, papas, y concentrado para animales que nos hacía difícil movernos. 

Las vías eran tan precarias hace tan sólo 20 años, que los carros contratados para ir a las veredas podrían cobrar por un trayecto de ida y vuelta el equivalente a 200 mil pesos de la actualidad. Lo que cuesta un boleto en avión. 

Recuerdo un viaje a una vereda de Yondó (Antioquia) cercana a los Montes de María, que estaba ubicada a cuatro horas de camino y en la mitad del recorrido, por darle paso a un camión, nuestro conductor quedó atrapado en la cuneta y pasaron tres horas mientras llegó un nuevo vehículo que nos empujara con cuerdas y lazos que siempre estaban disponibles en el baúl de todos los automóviles del sector. Lo más paradójico: la distancia del casco urbano a esa vereda no era mayor de 35 kilómetros.

En sólo unos meses, la vía que comunica a Medellín con Cisneros será de una hora de duración gracias a uno de los túneles más modernos del país: el nuevo túnel de La Quiebra. En unos años el túnel de Toyo (el más largo de América Latina) conectará a Medellín con el Urabá antioqueño y los paisas podremos comer un coctel de camarones en las playas de Necoclí, luego de cinco horas de viaje o tal vez menos. 

Cuántas maternas de alto riesgo, cuántos adultos con enfermedad coronaria severa y cuantos pacientes con Covid-19 se podrán remitir oportunamente gracias a estas maravillosas autopistas (muy costosas por la corrupción), pero, al fin y al cabo, bastante eficientes y necesarias para el desarrollo social de nuestros pueblos. Ya no hay excusa alguna para que una joven que vive en Cisneros y desea estudiar psicología en la Universidad de Antioquia, pueda ir y regresar el mismo día a su casa campesina. Sólo una hora de viaje la separará de su sueño de ser profesional y del empoderamiento que le brindará la educación universitaria.

LA PAZ.  Mi paciente y gran amigo, Don Marcos Almatá, de la vereda Puerto Tulapa en Necoclí, me contaba con lágrimas en los ojos, las semanas de angustia que vivió en su comunidad en la peor época de violencia de la zona. A las seis de la tarde, casi todos los campesinos como él, cerraban la casa y junto a sus esposas e hijos, se adentraban en la selva húmeda con tres toldillos y un termo de café o aguapanela para pasar la noche en medio de insectos y serpientes. De no hacerlo así, sus hijas e hijos hubieran terminado en uno de los bandos de la maldita guerra del Urabá. 

A Don Marcos y a mí nos unió el gusto por conversar y por tomar ron del bueno. Varios meses después de conocernos, me recibió un día en su casa con especial afecto y cordialidad. Su esposa, mucho más alta que Marcos y que yo, me abrazó y me levantó del suelo con sus fuertes brazos de mujer campesina y me dijo: 
- Médico, Usted me dio el mejor regalo del día de las madres. 
- ¿Cuál regalo doña Flor?, le contesté. 

Y empezó a llorar sin descanso. Don Marcos, también llorando, pero un poco más fuerte de espíritu alcanzó a relatarme “el regalo que les dí” y que yo desconocía.

Hacía más de un mes estaba con mi equipo de salud comunitaria en una vereda de Necoclí y coincidimos con uno de los grupos que patrullaban ese sector. A las 5:30 AM de un miércoles, la Enfermera Jefe me despertó para decirme que unos hombres armados preguntaban por el médico.

Siendo yo el único con ese título, me incorporé y salí hasta la puerta del pequeño centro de salud que los campesinos habían construido para nosotros. De día era un práctico consultorio y de noche, nuestra humilde morada. 

300 hombres armados hasta los dientes estaban afuera del puesto de salud y un hombre musculoso, con barba de varios días y de raza negra, quien los comandaba, me saludó con respeto y con voz de mando me dijo: 
- ¿Usted es el médico Alejandro del Hospital de Necoclí? 
- Si Señor, a sus órdenes. ¿En qué le puedo servir? 
- Médico traigo unos hombres enfermos a ver si me los puede ver. 

Mientras el corazón me regresaba a la zona tradicional del tórax y mis piernas detrás de la puerta dieron unos pasos temblorosos al frente, tuve el arrojo de decirle al comandante de ese gran grupo que pasara a sus hombres en 20 minutos mientras yo me preparaba para atenderlos y que, amablemente le solicitaba, que no ingresaran con armas al Puesto de Salud para respetar la Misión Médica. 

Su risa sarcástica coincidió con una señal afirmativa y los siete hombres enfermos empezaron a dejar sus armas en el borde del “imponente espacio” protegido por normas internacionales. 

En mi corta experiencia como galeno, no había visto casos de pie de atleta, de malaria, o de leishmaniasis tan severos como las de esos muchachos que no llegaban a los 21 años.

Pero un mozo de raza negra de 1.90 de estatura, espalda muy ancha y manos gigantes era el caso más delicado. Tenía abscesos en las axilas y en los hombros, la piel estaba desprendida por lesiones tipo quemadura por fricción, además tenía fiebre alta y una debilidad marcada. Un estafilococo había doblegado a este hombre magnífico en sólo 24 horas y necesitaba urgente de antibióticos, hidratación intravenosa y un descanso de varios días.

Mi sorpresa fue mayor cuando luego de determinar los tratamientos, el comandante dio la orden de marchar y los hombres que estaban en el puesto de salud conmigo y mi equipo de atención, se tomaron las medicinas formuladas rápidamente y se empezaron a poner su uniforme y portar sus armas. 

- Comandante, este no se puede ir. Con un tono subido lo exclamé para que todos escucharan. Este muchacho tiene comienzo de una sepsis, que es una infección muy delicada y si se va con ustedes se va a enfermar mucho más. Él necesita atención intrahospitalaria. 
- No médico, ni por el putas, ese negro es el encargado de la M-60... sin ese pelao no nos vamos. 
- Déjelo descansar, comandante, yo le aplico las medicinas por la vena y él se pone mejor en una semana. Enfermo no le sirve.  

La discusión no estaba a mi favor, pero el muchacho al tratar de cargar su pesada arma se tambaleó y casi cae. Sus amigos de combate lo sentaron en la silla plástica cerca de mí y yo le mostré a su jefe las heridas en los hombros por el peso del armamento, de la munición y del morral. Con mucha rabia en su mirada el comandante solicitó a uno de sus hombres que le diera el teléfono satelital y realizó una llamada. 

Al cabo de un minuto se puso firme como el acero y empezó a hablar suave y pausado con “Mi Comandante” "…para informarle que trajimos a los hombres enfermos donde el médico que nos indicó y ya los trató a todos pero no quiere dar de alta al negro”. Hubo un silencio largo... Eso le dije mi comandante, que ese pealo es clave por la M-60”.  El hombre se acercó a mí con rapidez y me extendió el teléfono satelital lleno de sudor por su nerviosismo al tratar temas tan triviales con el jefe máximo. 
- ¡Hable! Me dijo sin pestañear.

Al otro lado de la línea simplemente me preguntaron: 
- ¿Médico por cuántos días hay que incapacitar estos muchachos para que estén bien? 
- Una semana a los de malaria y pie de atleta y dos semanas al muchacho infectado. 
- Está bien médico, así se hará, si Usted lo dice. Devuélvale el teléfono al que se lo pasó que ya doy la orden. 

Los 293 hombres se internaron en la selva en tres minutos y no hubo gratitud de su comandante ni despedida de ningún tipo. Con nosotros se quedaron siete hombres enfermos, desayunaron con calma y empezaron su tratamiento. El más delicado recibió la dosis de antibióticos según su peso y casi quedamos sin medicamento por su gran contextura. Antes que se fuera le di las indicaciones sobre la medicina que debía comprar y por precaución, en un recetario médico con logo del hospital, le extendí un certificado de incapacidad sin su nombre, pues estos hombres no llevan ningún documento que revele su identidad. Lo incapacité de “su trabajo” por quince días y firmé al final de la hoja con mi sello de respaldo. 

Era el hijo de Don Marcos y Doña Flor, quien llegó por sus propios medios a casa de sus padres luego de dos años y medio en que nunca se comunicó con ellos. Lo daban por muerto. Abrazó a su madre y a su padre con tanta fuerza que casi los deja sin aliento. Don Marcos no cabía de la dicha y casi se le cierran los ojos de tanto llorar cuando vio de nuevo a su hijo perdido en la selva. Después de llorar en familia por varias horas y de contar sus duros y dolorosos días en la guerra, doña Flor le preguntó cómo había podido quedar libre por dos semanas. Las dos semanas más hermosas que según ella, había tenido en muchos años.

Entonces su hijo, se buscó en el bolsillo de su uniforme, un papel impregnado de sudor y se lo extendió a su padre. 

- Yo estaba muy enfermo mamá y mi comandante dio la orden de ir donde un médico. Y me atendió un pelao jovencito, chiquito, muy chiquito, a mí me llega al ombligo, pero parece que es muy inteligente, es de la de Antioquia y le ayuda a las embarazadas de Brisas de Río y de Mello y de toda esa zona por allá. Y habló con mi comandante y se le enfrentó, y le dijo que yo necesitaba droga por la vena y una incapacidad médica. Y con este papel que él firmó, me dieron plata para las medicinas y un permiso de dos semanas. 

Su padre no abrió el papel lleno de sudor. Se secó las lágrimas y le dijo:

- ¡Yo sé quién te firmó ese papel mijo, es el médico de la familia! Lo dijo con un orgullo tan grande como su generosidad de campesino.

Don Marcos murió hace tres años por complicaciones de su Diabetes. Doña Flor está saludable aún y extraña a su adorado esposo. La guerra en Urabá tiene aún días complicados, pero jamás se acercan a lo que vivimos en los años 90. Ya disfruté de tomar unos rones con ese gigante de la selva, quien salió de todos sus problemas legales hace muchos años y tiene unos hijos hermosos, más altos y fuertes que él.

Muchas veredas que aún visito dejaron de ser peligrosas y hoy día están en medio de proyectos de desarrollo social, educación integral y mejoramiento de viviendas campesinas. El conflicto se ha disminuido significativamente en muchas regiones. En otros lugares se ha incrementado por la lucha de poder en zonas de cultivos ilícitos. Pero el balance final es muy positivo. Menos muertes de lado y lado, pocos secuestros y menos desplazamientos.

La salud en las comunidades y la Atención Primaria en Salud, ejercida con metodología, sistematizando los procesos y con respeto por la cultura y los principios de la comunidad, debe ser la primera herramienta de trabajo de los profesionales que promueven el desarrollo educativo, social y económico de los municipios PDET.

Un equipo de salud conformado por médico general, enfermera(o), auxiliares de odontología, nutricionista, psicólogo y gestores de salud pública, son el “gancho” fundamental para acercar a mujeres, a niños, a niñas, a jóvenes, a los adultos mayores y luego a los hombres jóvenes, para ofrecer recomendaciones prácticas sobre calidad de vida, educación, emprendimiento y desarrollo a escala humana.

Cuando Sofía sopló la vela de su torta de cumpleaños, le dijeron que debía pedir un deseo. Ella dijo:

- "Quiero ser una médica como el dotor Alejandro”

(89) La información en salud y las bases de datos: camino a la nueva Epidemiología / Alejandro Vargas Gutiérrez

. 2 de julio de 2019
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Históricamente la cantidad de metros cuadrados de un hospital, sus equipos biomédicos con tecnología de punta, el talento humano, sus premios en calidad y los reconocimientos científicos se consideraban como los bienes más valorados por la Junta Directiva de una entidad de salud antes de negociar contratos de servicios o la venta de sus acciones a propios o extraños. La Clínica Las Américas y la Clínica de Occidente fueron vendidas meses atrás a grupos económicos del exterior por cifras altísimas y es muy probable que además de sus bienes tangibles y su potencial crecimiento, los nuevos dueños reconocieran un valioso activo que pocas veces consideramos en nuestros balances contables: las bases de datos y los algoritmos predictivos que con ellas se pueden crear.

La autora del libro "La era de la vigilancia del capitalismo", Soshana Zuboff, PhD.,  menciona en el texto y en varias entrevistas en EEUU, que las bases de datos de redes sociales podrían servir a las empresas multinacionales para predecir y "moldear" nuestro estilo de consumo. Es decir, nos aproximamos cada vez más a una manipulación de las grandes empresas para inducir en los clientes, la compra de objetos que muchas veces no necesitamos y más aún, para modelar nuestro comportamiento y nuestros sentimientos hacia el consumo. Estamos cerca de producir computadores que interpreten nuestros deseos y emociones ("Homo Deus", Yuval Noah Harari, PhD.).

La inteligencia artificial, los algoritmos predictivos y los macro datos (Big Data) están convirtiéndose en el "oro puro" de nuestra sociedad. Pocas personas en una comunidad (con excepción del Silicon Valley en California) y algunos grupos de élite en Ingeniería de Sistemas, están en condiciones de comprender el alcance de estas innovaciones y al mismo tiempo, desarrollarlas con fines productivos. Canadá está a punto de poner en marcha un gran centro para desarrollar la inteligencia Artificial, que tendrá los mejores expertos en el mundo (ver: https://www.bbc.com/mundo/noticias-39447532). 

Pocos años faltan para que los computadores actuales puedan desarrollar sistemas inteligentes que permitan realizar (con mayor certeza que un médico especialista), un diagnóstico clínico y sugieran además, los mejores tratamientos. Estos avances se deben al gran medida al manejo de millones de datos acumulados en bases de datos biomédicas y al uso de los algoritmos. En pocos años, un celular con una App de bajo costo, leerá una imagen de una radiografía de tórax y podrá diagnosticar una tuberculosis o un cáncer de pulmón con tanta certeza como lo hace un médico radiólogo de cinco años de experiencia.  

En menos de un lustro, un brazo robótico podrá analizar una gota de sangre de un paciente hospitalizado con la eficiencia de una bacterióloga con 15 años de trayectoria laboral y entregar los resultados de química sanguínea, hormonas y microbiología en cinco minutos al médico tratante. Además, le sugerirá el diagnóstico del paciente y su tratamiento según las últimas evidencias científicas. Esto lo hará el robot las 24 horas del día sin agotarse y sin pedir licencias para ir al colegio de sus hijos a una entrega de notas.

Los algoritmos predictivos cambiarán el modelo actual de la epidemiología. Solemos revisar las bases de datos de morbilidad y mortalidad de una EPS, una IPS o un municipio y explicamos con análisis muy detallados, la situación de salud de quienes están vivos. Es decir, usamos la mortalidad histórica para proponer planes de salud en quienes han sobrevivido. 

Eso cambiará en el futuro. Con Big Data, Inteligencia Artificial y modelos matemáticos y estadísticos avanzados, podremos predecir el número de pacientes que presentarán fracturas de fémur según la cercanía del pago de la pensión en los adultos mayores, las promociones de los almacenes de cadena, el índice de lluvias y el tránsito vehicular de una parte de la ciudad. Eso será epidemiología prospectiva para reducción de riesgos en salud y de los costos médicos asociados.

Esto no es ciencia ficción. En Facebook y Twiter existen algoritmos predictivos para reducir el número de casos de intento de suicidio en jóvenes. Con las redes sociales interconectadas, los jóvenes que mencionan palabras de riesgo como "quiero morir", "para qué esta vida", o los que buscan en Google técnicas de suicidio, reciben una llamada o una visita de un Trabajador Social del 911 ubicado cerca a su computador. Estos algoritmos ya salvan vidas. Ver: https://www.nytimes.com/es/2019/01/03/facebook-suicidio/

Algunos expertos están desarrollando sistemas de información similares para predecir el comportamiento de la malaria, de la tuberculosos o del cáncer y posiblemente en las reuniones de epidemiología del futuro, tendremos a nuestro lado a matemáticos, físicos e ingenieros capacitados en inteligencia artificial y Big Data quienes revelarán las predicciones de cada mes en una EPS o una IPS según variables como la edad de los afiliados, el mes del año, el cambio de temperatura, el nivel de contaminación de la ciudad, la tasa de cambio del dólar y hasta el raiting de las nuevas películas de Netfllix. Cada variable aportará un patrón de comportamiento predictivo y con ello la posibilidad de un brote o de un colapso en los servicios de hospitalización para adultos.

Toda esta información demográfica, del clima, de los hábitos de consumo y de las redes sociales quedará interconectada con los datos de glucemia en ayunas, de las cifras de presión arterial en los últimos seis meses, de los resultados de una tomografía de abdomen, del peso, de la estatura, de las horas de sueño y hasta del conteo de espermatozoides de nuestros pacientes. Esta red de datos, esta magnífica información será sin duda el tesoro más valioso de una entidad de salud (sea EPS o IPS). Con una base de datos sólida, un posible inversionista determinará si los afiliados a una entidad aseguradora generarán más gastos que utilidades y podrá predecir los casos por mes, las epidemias y los riesgos de mortalidad por cáncer o demás enfermedades de alto costo. 

Es decir, una base de datos podría salvar a una entidad de un colapso económico y más aún, podría valorizar la empresa más que los equipos biomédicos o los metros cuadrados de construcción. Pero en esencia, quienes la usen con ética e inteligencia podrán salvar vidas.

La epidemiología descriptiva que tanto usamos para los comités de vigilancia y para tomar decisiones en salud pública pasará a la historia. Los mapas inteligentes con geo-localización de riesgo, los algoritmos avanzados y el Big Data son realidades teóricas que nos deben llevar a la reflexión sobre la formación del talento humano en salud para los próximos años. ¿Estamos formando el talento humano en salud para la revolución tecnológica e informática que se aproxima? Quedarnos en el pasado sin innovar, será como atender un paciente infectado sin guantes ni tapabocas: un evento adverso muy grave.   

Con los estudiantes de epidemiología y de GESIS tenemos la gran responsabilidad de desarrollar innovaciones biomédicas que se aproximen a este futuro lleno de oportunidades y retos. De hacerlo bien, los egresados tendrán una maravillosa alternativa laboral en las entidades de salud. O mejor, liderarán las nuevas empresas de Inteligencia Artificial en Colombia, pues el sector salud ya moviliza cerca de 45 billones de pesos cada año y en gran medida, quien maneje las bases de datos y la información de este sector de la economía, tendrá gran parte del poder en el país.

La otra alternativa, es dejar estas innovaciones en manos de los privados quienes no suelen tener una gran perspectiva social de la Salud Pública. Por eso es mejor adelantarnos. 

¿Nos montamos en ese bus o lo dejamos pasar?

Alejandro Vargas Gutiérrez., M.D., MSc.
Egresado Maestría en Epidemiología
Facultad Nacional de Salud Pública, 
Universidad de Antioquia.

Fuente imagen: Fierce Biotech, de https://bit.ly/2lDaoiA 

(88) EL COSTO POLÍTICO DEL DESCUIDO DE LOGROS EN SALUD PÚBLICA / Rodrigo Restrepo G.

. 11 de febrero de 2019
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En todo cambio de Gobierno, las nuevas autoridades generalmente traen consigo un Plan por el cual fueron elegidos y sobre el cual se espera que rindan cuentas y que éstas sean ampliamente favorables, para el beneficio de todos los involucrados, tanto oferentes como beneficiarios. Cuando este cambio de Gobierno resulta dentro del mismo grupo político, sucede que se da un continuismo a las políticas del mandatario anterior, que en ocasiones es favorable y en otras, no tanto, pero la mayoría de las veces es más a favor que en contra, pues se sostienen procesos que podrían estar en una fase intermedia de implementación y el nuevo Gobierno hace los ajustes pertinentes para el nuevo impulso a dichos procesos.


Pero cuando el cambio de Gobierno contempla un cambio de grupo político o de corriente ideológica, sucede que el nuevo Gobierno llega con su nuevo Plan y con la soberbia de un “cambio” (todos los candidatos ofrecen cambio, por eso las comillas) que arrasa con todo lo que haya dejado el Gobierno saliente, sin evaluar si lo hasta ahora adelantado va por buen camino o si se pueden hacer los ajustes pertinentes para enderezarlo.

Y aunque en algunos casos, ha habido Gobiernos entrantes responsables, que han mantenido políticas y programas exitosos de Gobiernos salientes, son más la excepción que la regla. A algunos se les ocurre simplemente cambiarle el nombre a un programa y hacerles los ajustes pertinentes, pero se mantienen, para el beneficio de los ciudadanos.

En salud pública, hay programas que no tienen discusión en lo relacionado con sus propósitos y el beneficio para los ciudadanos; son ejemplos de ellos: el Programa Ampliado de Inmunizaciones, el Programa Nacional de Tuberculosis, el del VIH/SIDA, el de Control de Malaria, entre otros, que hacen parte de este precepto. Y aún así, se han dado casos en los cuales, autoridades de salud llegan con el “síndrome de Adán”, desconociendo las bondades y logros alcanzados por programas que, en virtud de sus complejidades, deben mantenerse, incluso con las verticalidades y la gobernabilidad de una autoridad nacional, y llegan a cambiarlo todo y a experimentar donde hace años que la rueda rodó, con lo cual se da un retroceso que atenta muchas veces con la vida y la productividad de un país.

Mi llamado no solo va dirigido a las autoridades nacionales de salud, para que identifiquen estos programas exitosos, para que evalúen y para que ajusten, si lo amerita, pero que conserven el objetivo trazado y mantengan los procesos de los programas de salud pública cuyas externalidades han podido impactar en incidencias, prevalencias y mortalidades, en beneficio de las comunidades. El llamado va dirigido también a los organismos de cooperación técnica internacional, cuyos recursos invertidos en programas exitosos no han sido exiguos. Generalmente han sido miles de dólares o de euros que han apalancado la salud pública de países y cuyas bondades han podido mostrar con sus indicadores de logros. Ya en un post anterior hablé de Indicadores de Protección de Logros, pero no es el propósito de este post (ver lecturas recomendadas, al final).

El propósito actual, tanto para los organismos de control como para los organismos de cooperación técnica internacional, es a que identifiquen esos grupos humanos que de alguna manera han tirado al traste los programas exitosos de salud pública, para que de alguna manera haya para ellos un costo político por su descuido hacia los ciudadanos. A los primeros les compete la apertura de las investigaciones correspondientes, el juicio político y, por qué no, llegar incluso a la inhabilitación para el ejercicio de cargos relacionados con la salud pública. Son un peligro para la ciudadanía y para el desarrollo de un país.

Y para los organismos de cooperación técnica internacional, hagan su análisis de los recursos invertidos en el pasado en programas que fueron exitosos y que por causa de cambios de gobierno y de no instaurar indicadores de protección de logros, se dio un retroceso frente a la salud y vida de comunidades. Ejemplos hay muchos; revisen recursos invertidos en malaria, tuberculosis, VIH. Hagan el ejercicio de escenarios de recursos invertidos en proyectos que, a la fecha, vienen siendo exitosos, e imprímanle un cambio de gobierno donde los indicadores comiencen a dar muestras de retroceso. ¿No les duele? Quizá a corto plazo ya se esté pensando en aplicarles también a los organismos cooperantes un mecanismo de control político, pues a ustedes que son ejecutores de impuestos de piases donantes, también les pueden caber responsabilidades en los retrocesos de logros alcanzados en salud pública que no hayan sido protegidos.

Para la Organización Mundial de la Salud y su oficina regional para las Américas, la Organización Panamericana de la Salud, es pertinente establecer un mecanismo coercitivo para gobiernos entrantes, donde no solo se respeten los lineamientos internacionales y los compromisos por parte de los Estados Miembros, sino que también se respeten las políticas de Gobierno establecidas por parte de los gobiernos salientes, como firmantes de compromisos internacionales, para proteger los logros alcanzados. Insisto en involucrar en sus proyectos, indicadores de protección de logros.

En conclusión, autoridades nacionales y organismos de control, a proteger y respetar las políticas de Estado, vale decir, Plan Decenal de Salud Pública 2012-2021 (caso Colombia); y para organismos de cooperación internacional, a no hacerles el juego a nuevas autoridades con programas y proyectos que atenten contra logros alcanzados y apoyados por ustedes, sin que se haga un serio análisis de recursos invertidos en el pasado y los impactos aportados. El costo político de cualquiera de estos casos que impliquen descuido de logros, podría ser daga para su propio cuello. Y si se requiere recomponer los logros descuidados (malaria y tuberculosis en algunos países), comprometer al gobierno actual y a futuros gobiernos, en un proceso de sostenibilidad y de política de Estado. Seamos consecuentes con nuestros mandatos.

Lecturas recomendadas:
    1. OBJETIVO EN SALUD PÚBLICA: LA PROTECCIÓN DE LOS LOGROS / Rodrigo Restrepo G https://giramvndo.blogspot.com/2010/10/64-objetivo-en-salud-publica-la.html
    2. CÓMO PROTEGER LOS LOGROS DE LOS PROYECTOS DE SALUD PÚBLICA / Rodrigo Restrepo G https://giramvndo.blogspot.com/2010/12/67-como-proteger-los-logros-de-los.html