(06) EL AGUA EN SITUACIONES DE DESASTRE / Rodrigo Restrepo y Jorge Victoria

. 24 de junio de 2006
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Cualquier evento adverso o desastre, independientemente de su origen, tiene un efecto, leve o severo, sobre la infraestructura de los sistemas de abastecimiento de agua potable y saneamiento básico. Incluso, en situaciones donde interviene la mano del hombre, en especial en grandes movilizaciones de personas por causa de disturbios internos o desplazamientos forzados por la violencia, la principal adversidad se encuentra en los problemas de seguridad para el acceso de las poblaciones a las fuentes de agua o a la ayuda humanitaria.

La mayor probabilidad de enfermarse y morir por causa de enfermedades relacionadas con condiciones inadecuadas del abastecimiento del agua o del saneamiento básico la tienen las personas afectadas por los desastres, más que por cualquier otra causa. Las más importantes enfermedades de ese tipo son las diarreicas y otras cuya principal forma de transmisión es por la vía fecal-oral. Su transmisión es favorecida por el saneamiento inadecuado, las malas condiciones de higiene y el agua contaminada. Otras enfermedades vinculadas a la calidad del agua y el saneamiento son las transmitidas por vectores relacionados con los desechos sólidos y el agua.

Los programas de emergencia en materia de abastecimiento de agua y saneamiento básico deben tener como principal finalidad la de garantizar una cantidad mínima de agua potable y reducir la transmisión de las enfermedades propagadas por vía fecal-oral así como la exposición a vectores de enfermedades. En el objetivo de contribuir a crear las condiciones necesarias para que las personas afectadas puedan continuar con su vida cotidiana, es importante que se cumpla sin menoscabo de su dignidad y en condiciones que sean cómodas y seguras.

Para la satisfacción de las necesidades de poblaciones afectadas por los desastres se debe tener total comprensión de la situación, sin omitir factores tan importantes como el factor político, la seguridad y la evolución de la situación. Los damnificados, los organismos humanitarios, los donantes y las autoridades locales necesitan saber que las intervenciones son apropiadas y eficaces. Por eso, es vital proceder al análisis preciso de los efectos del desastre y del impacto directo sobre los sistemas de abastecimiento de agua y saneamiento y confrontarlo con los riesgos y las necesidades en la salud pública. Si la comprensión y la determinación del problema no son correctas, las acciones que se lleven a cabo serán desacertadas.

La población afectada por un desastre debe tener la oportunidad de participar en la formulación y ejecución del programa de asistencia. Esto toma mayor relevancia y se torna imperativo cuando esa misma población ha participado en los programas de mitigación y preparativos dentro de los procesos de gestión del riego.

Después de un desastre es posible que no se disponga de suficiente agua para satisfacer las necesidades fisiológicas, de ahí la importancia de contar con un nivel mínimo de agua potable que asegure la supervivencia y evite problemas de salud relacionados con un abastecimiento de agua inadecuado, ya sea por las malas condiciones de higiene o por el consumo de agua contaminada.

El acceso al agua para las personas víctimas de un desastre deben ser seguro y la cantidad de agua ha de ser suficiente para el consumo, para la cocción de los alimentos y para la higiene personal y doméstica. Los lugares públicos de abastecimiento de agua deben estar lo suficientemente cerca de los alojamientos para posibilitar el acceso de la cantidad mínima de agua.
El agua debe tener un sabor aceptable y ser de calidad suficiente para beber y para su utilización en la higiene personal y doméstica sin riesgos significativos para la salud. Se deben tomar todas las medidas necesarias para evitar la contaminación del agua durante el proceso de transporte, almacenamiento o abastecimiento.

La población deberá disponer de instalaciones y utensilios adecuados para recoger, almacenar y utilizar cantidades suficientes de agua para beber y cocinar y para la higiene personal, así como para que el agua potable mantenga su inocuidad hasta el momento de consumirla.

Además de proporcionar las instalaciones adecuadas para el lavado de manos, de ropas, de utensilios de cocina y para el baño personal, se deben implementar los programas educativos necesarios que puedan garantizar la conservación de las medidas de higiene necesarias para el buen uso del recurso.



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