Se tiene claramente identificado el hecho de que la relación del hombre con la naturaleza, en especial, el abuso permanente y sostenido contra el medio ambiente, afectan de tal manera esta relación, que los fenómenos naturales muchas veces culminan en desastres. Pero sus consecuencias no sólo se traducen en un número mayor o menor de muertos y lesionados sino que por lo general se acompaña de un gran desequilibrio social, con daños en la infraestructura, incluyendo las instalaciones de atención en salud; daños en la economía, la agricultura, la industria y el medio ambiente, haciendo mucho más difícil el proceso de reconstrucción y reparación.
Este proceso de restablecimiento de la calidad de vida a un nivel igual o superior al que se tenía antes del evento adverso, requiere de una atención integral, interinstitucional e intersectorial, no solamente limitado a la atención en salud sino al bienestar social integral, pero articulado al mantenimiento de la salud de la población damnificada y sobreviviente. Es por ello que se considera a los desastres como un problema de salud pública, pues la situación requiere de la atención poblacional, implementando procesos y utilizando las herramientas epidemiológicas para el mantenimiento de condiciones mínimas de salud en medio de la reconstrucción.
Desde el punto de vista epidemiológico es común que se le preste mayor atención a las enfermedades que son interés en salud pública, lo cual es importante para el mejoramiento de la salud poblacional y ha traído muchos logros en este sentido. Pero el impacto que tienen los desastres sobre la salud pública quizá no haya sido más profundamente estudiado, tal vez por que en el pasado eran poco comunes los desastres; o por el paradigma de que las fuerzas de la naturaleza no se pueden controlar; o por los modelos de atención en salud actuales en la región, cuyos sistemas de salud se han centrado más en la medicina curativa; o por otras causas como el flujo de información muchas veces disímil en situaciones de desastre, entre otras.
El hecho es que hoy día se tienen más elementos de juicio, a través de la investigación y la utilización de la epidemiología, que nos hacen deducir que los eventos adversos tienen un patrón de impacto específico y predecible sobre la salud pública, hasta el punto en que podemos y debemos planear con antelación a la ocurrencia de un desastre, las respuestas seleccionadas en salud, de tal manera que las instituciones y todo su personal se encuentren debidamente preparados para la ejecución de dichos planes, adelantándose inclusive a cualquier tipo de evaluación de necesidades en el pos-desastre inmediato.
En ese orden de ideas, podríamos decir entonces que existen una categoría de desastres sobre los cuales se puede tener una aproximación acertada de cómo será la morbilidad y la mortalidad, así como los daños a la infraestructura sanitaria, sobre lo cual se deberán implementar procesos de vigilancia epidemiológica para disminuir el impacto del desastre sobre la salud pública.
Las autoridades territoriales, en especial, la dirección de salud, deberá fortalecer los procesos de capacitación de sus funcionarios técnicos y/o coordinadores de proyectos, para la elaboración de estos planes de emergencia, así como la ejecución de los mismos, articulados con los de los sectores de agua y saneamiento, planeación y desarrollo territorial, participación social y comunitaria, obras públicas, entre otros. Además, la mejor manera de ajustar dichos planes consiste en probarlos, no necesariamente en medio del desastre, sino a través de simulaciones y simulacros.
El tema es tan importante tenerlo en cuenta en la agenda pública de la autoridad de salud que, dentro de las once Funciones Esenciales de Salud Pública descritas por la Organización Panamericana de la Salud, una de ellas es la de la Reducción del Impacto de Emergencias y Desastres en Salud, en la cual se evalúa la gestión de las autoridades de salud para la reducción del impacto de emergencias y desastres en salud; el desarrollo de normas y lineamientos para que apoyen la reducción del impacto de los desastres en salud; la coordinación y alianzas con otras agencias e instituciones; y la asesoría y apoyo técnico que sobre el tema deberán brindar a todos los actores del sector para la reducción del impacto de los desastres en la salud pública.
Por último, en cada desastre existe una serie de enfermedades trazadoras con posterioridad al evento adverso, según la magnitud del desastre. El sistema de vigilancia epidemiológica rutinaria debe implementar los mecanismos de alerta y de contingencia, con un listado de las posibles enfermedades relacionadas con cada tipo de desastre, estableciendo además un sencillo programa de recolección de datos y poniendo en marcha los programas regulares de control de las enfermedades.
Este proceso de restablecimiento de la calidad de vida a un nivel igual o superior al que se tenía antes del evento adverso, requiere de una atención integral, interinstitucional e intersectorial, no solamente limitado a la atención en salud sino al bienestar social integral, pero articulado al mantenimiento de la salud de la población damnificada y sobreviviente. Es por ello que se considera a los desastres como un problema de salud pública, pues la situación requiere de la atención poblacional, implementando procesos y utilizando las herramientas epidemiológicas para el mantenimiento de condiciones mínimas de salud en medio de la reconstrucción.
Desde el punto de vista epidemiológico es común que se le preste mayor atención a las enfermedades que son interés en salud pública, lo cual es importante para el mejoramiento de la salud poblacional y ha traído muchos logros en este sentido. Pero el impacto que tienen los desastres sobre la salud pública quizá no haya sido más profundamente estudiado, tal vez por que en el pasado eran poco comunes los desastres; o por el paradigma de que las fuerzas de la naturaleza no se pueden controlar; o por los modelos de atención en salud actuales en la región, cuyos sistemas de salud se han centrado más en la medicina curativa; o por otras causas como el flujo de información muchas veces disímil en situaciones de desastre, entre otras.
El hecho es que hoy día se tienen más elementos de juicio, a través de la investigación y la utilización de la epidemiología, que nos hacen deducir que los eventos adversos tienen un patrón de impacto específico y predecible sobre la salud pública, hasta el punto en que podemos y debemos planear con antelación a la ocurrencia de un desastre, las respuestas seleccionadas en salud, de tal manera que las instituciones y todo su personal se encuentren debidamente preparados para la ejecución de dichos planes, adelantándose inclusive a cualquier tipo de evaluación de necesidades en el pos-desastre inmediato.
En ese orden de ideas, podríamos decir entonces que existen una categoría de desastres sobre los cuales se puede tener una aproximación acertada de cómo será la morbilidad y la mortalidad, así como los daños a la infraestructura sanitaria, sobre lo cual se deberán implementar procesos de vigilancia epidemiológica para disminuir el impacto del desastre sobre la salud pública.
Las autoridades territoriales, en especial, la dirección de salud, deberá fortalecer los procesos de capacitación de sus funcionarios técnicos y/o coordinadores de proyectos, para la elaboración de estos planes de emergencia, así como la ejecución de los mismos, articulados con los de los sectores de agua y saneamiento, planeación y desarrollo territorial, participación social y comunitaria, obras públicas, entre otros. Además, la mejor manera de ajustar dichos planes consiste en probarlos, no necesariamente en medio del desastre, sino a través de simulaciones y simulacros.
El tema es tan importante tenerlo en cuenta en la agenda pública de la autoridad de salud que, dentro de las once Funciones Esenciales de Salud Pública descritas por la Organización Panamericana de la Salud, una de ellas es la de la Reducción del Impacto de Emergencias y Desastres en Salud, en la cual se evalúa la gestión de las autoridades de salud para la reducción del impacto de emergencias y desastres en salud; el desarrollo de normas y lineamientos para que apoyen la reducción del impacto de los desastres en salud; la coordinación y alianzas con otras agencias e instituciones; y la asesoría y apoyo técnico que sobre el tema deberán brindar a todos los actores del sector para la reducción del impacto de los desastres en la salud pública.
Por último, en cada desastre existe una serie de enfermedades trazadoras con posterioridad al evento adverso, según la magnitud del desastre. El sistema de vigilancia epidemiológica rutinaria debe implementar los mecanismos de alerta y de contingencia, con un listado de las posibles enfermedades relacionadas con cada tipo de desastre, estableciendo además un sencillo programa de recolección de datos y poniendo en marcha los programas regulares de control de las enfermedades.
Lecturas recomendadas:
- Muñoz, Fernando y cols: "Las Funciones Esenciales de la Salud Pública: un tema emergente en las reformas del sector salud:", Revista Panamericana de Salud Publica/Pan Am J Public Health 8(1/2), 2000, disponible en: http://www.scielosp.org/pdf/rpsp/v8n1-2/3012.pdf, consultado en 020506.
- 42 Consejo Directivo/52a Sesión del Comité Regional, Organización Panamericana de la Salud - CD42/15: "Funciones Esenciales de Saalud Pública", julio-2000, disponible en: http://www.paho.org/spanish/gov/cd/cd42_15-s.pdf, consultado en 020506.
2 comentarios:
Hola Rodrigo, me parece magnifica tu idea de impulsar un blog para leer y opinar sobre desastres y salud. Te deseo éxitos y estaré atento.
Rafael Rincón
Gracias Rafael. Puedes proponer temas.
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